martes, 1 de julio de 2008

¿PUEDEN LOS “ESTADOS BENEFACTORES”

EN DEMOCRACIA SOBREVIVIR LAS CRISIS FINANCIERAS?(*)

James M. Buchanan

Introducción

Es generalmente reconocido que los “estados benefactores” en las democraciasoccidentales, en Europa y Estados Unidos (también se puede incluir a Japón en la lista) enfrentan severas crisis financieras. Las demandas de los electores por transferencias

benefactoras, basadas en las expectativas del público sobre la continuidad de los programas corrientes, exceden la recaudación que los mismos electores están dispuestos a pagar en impuestos. Existe un desequilibrio entre los dos lados

de las cuentas del presupuesto. Sólo en las décadas del 80 y del 90 las vulnerabilidades

de los expandidos estados benefactores se volvieron crecientemente evidentes,

junto con el reconocimiento de que no era sustentable en el largo plazo. El

“modelos suizo” con generosos programas de apoyo general a los ingresos, junto

con una muy alta presión tributaria, fue totalmente transformado de patrones a

imitarse en los años 60 a patrones a ser evitados en los años 90.

No es necesario discutir aquí los temas en detalle las características institucionales

país por país. La crisis en los Estados Unidos, en España, en Italia, en Alemania,

en Suecia, en Japón y en otras partes son lo suficientemente similares para

permitir una discusión que puede aplicarse en general.

En artículos anteriores y en mi próximo libro adelanté los argumentos en el

sentido de que para que sobrevivan las democracias deben intentar preservar la

generalidad o cuasi generalidad de los programas de bienestar social y, por el

contrario, que la introducción de la discriminación abierta a través de métodos de

prueba y objetivos sólo pueden debilitar el apoyo del público tal vez hasta el punto

de hacer insostenible al estado benefactor. Debe surgir una versión política de la

“tragedia de los comunes” cuando y si grupos de interés identificables se dan

cuenta de los beneficios o transferencias particulares que se prometen a través de

impuestos discriminatorios crecientes.

Lamentablemente las democracias benefactoras occidentales están cambiando

en una dirección opuesta a la que yo sugeriría como deseable. Enfrentados con

presiones crecientes reclamando por supuestos derechos sobre los fondos recaudados

por impuestos acompañados por presiones igualmente fuertes en contra de una

mayor presión tributaria, los líderes políticos (de todas las extracciones ideológicas)

son presionados para buscar soluciones seleccionando lo que ellos consideran

los objetivos más vulnerables. ¿Por qué debería permitirse a “los ricos”, que pueden

haber participado junto con otros en el financiamiento de los programas de

bienestar, participar de lo beneficios cuando, claramente, los miembros de este

grupo “pueden financiar” su propio retiro y seguro médico? No se realiza una distinción

de categorías entre un programa de bienestar social general y uno que apoya

solamente a los que están definidos como “en necesidad”. En términos de las

implicancias políticas es importante distinguir entre el “estado benefactor general”

y el “estado benefactor discriminatorio”. Y lo que veo que ocurre es que las democracias

occidentales que se están pasando a esta última con muy poco o ningún reconocimiento

de lo que está ocurriendo.



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