En la isla de Rodas decidieron erigir una monumental escultura de treinta y dos metros de altura en honor de Helios, dios del sol. Fue construida con placas de bronce y colocada en el puerto de la ciudad. Un terremoto la derribó y sus restos fueron dejados en el lugar en que se desplomaron por orden de un oráculo. No fue hasta el s. VII d. C. que estos restos de bronce y hierro fueron fundidos de nuevo y vendidos por las tropas musulmanas que saquearon la isla.
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