viernes, 20 de marzo de 2015

Prometeo.




Prometeo fue el titán más inteligente y con mejores relaciones con los dioses olímpicos, puesto que no participó en la rebelión de sus iguales (como sí hizo su hermano Atlas, del que hablaremos otro día). Fue el creador del primer hombre, por petición de un Zeus que quería un ser más inteligente que los animales para que le rindiese culto, pero sin la fuerza suficiente para competir con él, tal y como podían hacer sus hermanos y familiares.



Para cumplir el encargo, Prometeo buscó la mejor arcilla de la llanura de Maratón, la mezcló con agua del Ponemo y modeló un muñeco en todo semejante a los dioses, aunque de sólo cuatro codos de altura, al que llamó hombre. Eros le insufló el espíritu de la vida y Atenea lo dotó de alma, después de lo cual el hombre abrió los ojos al mundo.


Prometeo se encariñó con el ser humano, y un día, conmovido por su debilidad (no poseía ni fuertas garras ni colmillos, su piel no era gruesa ni estaba cubierta por pelo que les protegiese del frío), robó del carro de Helios (el dios del sol) una chispa que regaló a los humanos. Gracias al fuego éstos pudieron vivir mejor.


Pero el castigo de Zeus fue terrible, lo que les preparó a los humanos lo conoceremos mañana, y Prometeo tuvo que ser encadenado por Hefesto a un alto pico del Cáucaso para que cada día un enorme águila devorase su hígado. Como el titán era inmortal, cada noche su hígado se regeneraba, y cada mañana debía sufrir el mismo suplicio. Afortunadamente para él, mucho tiempo después el héroe Heracles mató al águila y le liberó de sus ataduras a cambio de que él le aconsejase sobre cómo cumplir con uno de sus doce trabajos, conseguir las manzanas del jardín de las Hespérides.

Puesto que esta hazaña supuso una gran fama para su hijo Heracles, Zeus no quiso volver a encadenarle para toda la eternidad y se limitó a obligar a Prometeo a llevar siempre un anillo fabricado con parte del metal de sus ataduras y con una roca del pico donde tanto tiempo estuvo atrapado.

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