jueves, 14 de abril de 2016

Las vírgenes Vestales.



 El principal puesto religioso que podía ocupar una mujer romana era el de sacerdotisa de la diosa Vesta. La ocupación fundamental de estas sacerdotisas era guardar el fuego sagrado. Si éste llegaba a extinguirse, la vestal que lo había descuidado era azotada como castigo y se debía expiar el templo y volver a enceder el fuego, usando el sol para conseguir una nueva llama. Las elegidas debían pertenecer a familias patricias, cuando había una vacante, se escogía entre las niñas nobles a la que se considerase más apta y sin defectos y comenzaba un sacerdocio que duraba treinta años. Los diez primeros años se dedicarían a aprender a cumplir con los complejos rituales religiosos, otros diez los pasarían sirviendo como tales y los últimos los dedicarían a enseñar a las jóvenes vestales.

Las Vestales tenían privilegios y honores muy significativos, se les reservaban lugares privilegiados en los actos públicos a los que tenían que asistir, como en el caso de las obras de teatro y otros espectáculos, y solían ser invitadas a los banquetes más suntuosos de la ciudad. Las Vestales viajaban en un carpentum, una carro de dos ruedas cubierto, eran precedidas por un lictor que llevaba varas y hachas para infligir castigos a las personas que no respetasen a la vestal o a sus derechos, entre los que se encontraba el derecho de preferencia de paso.

Esta sacerdotisas eran las únicas mujeres, que disponían de un status similar al de los hombres romanos y podían testar aún viviendo sus padres y disponer de sus bienes y herencia sin necesidad de tutor. Las vestales podían liberar a un condenado a muerte, absolviéndolo de la pena, sólo con cruzarse con el reo de forma casual, lo cual nos da una idea del rango y prestigio del que gozaban en la sociedad romana.

La pérdida de la virginidad era considerada la falta más grave, considerando que ésta atraería enormes desgracias sobre Roma. Inicialmente, el castigo era la lapidación; luego esta pena fue sustituida por el enterramiento en vida de la vestal. Sin embargo, sólo se conocen alrededor de veinte casos en los que esta falta fue detectada y castigada.

 Las vestales fueron disueltas por el emperador Teodosio El Grande en el año 394.

Reconstrucción aproximada del aspecto original del templo de Vesta.

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