jueves, 24 de febrero de 2022

La tumba de la reina Hetepheres.


Parte del ajuar funerario de la reina.



Muy pocas tumbas egipcias han llegado hasta nosotros invioladas, menos aún tratándose de reyes o reinas. Si la tumba del joven faraón Thutankhamon es mundialmente conocida no lo es tanto la también sorprendente tumba de la reina Hetepheres.



Hetepheres fue la esposa del faraón Snefru y madre de Keops, ambos de la IV dinastía. Además los egiptólogos creen que era hija del último faraón de la III dinastía y que por ello fue obligada a casarse con Snefru, que así conseguiría legitimarse en el trono.



La tumba de esta reina en realidad no es su tumba original, ésta (una de las pirámides más pequeñas situadas junto a la Gran Pirámide de Keops) fue saqueada por los ladrones, que incluso destruyeron su momia para conseguir los valiosos amuletos ocultos entre sus vendas. Para evitar la tristeza... o más bien la ira del faraón, los funcionarios le ocultaron este hecho (¡su madre puede que no disfrutase de la vida eterna!) y volvieron a dejar en un tumba distinta un lujoso ajuar funerario y el sarcófago (que está vacío). Y esta vez sí que lograron esquivar a los ladrones, puesto que nadie más volvió a entrar en la tumba durante milenios... hasta que en 1925 el arqueólogo G. Reisner se dio cuenta que allí donde apoyaba el trípode de su cámara fotográfica había una capa de argamasa utilizada para la construcción...






Cuando los arqueólogos accedieron al interior de la cámara, encontraron un conglomerado de restos de objetos, junto con una especie de ceniza de color gris, producto de la desintegración de los objetos orgánicos, como la madera, telas, cestos, esteras, etc.

Todo esto formaba una capa desigual por todo el suelo que iba desde unos 10 cm de altura hasta prácticamente un metro al lado sur de la cámara. La totalidad de los objetos de madera habían desaparecido con el paso de los años y únicamente quedaba su chapado de oro esparcido por el suelo. Ninguno de esos muebles y objetos hechos de madera se podían recuperar ya, pero gracias al tesón de Reisner, que fotografió e hizo dibujos detallados de todas las chapas de oro que encontró y dónde se habían encontrado, se pudo reconstruir el aspecto que habrían tenido en su momento estos muebles: un dosel, un trono, una cama y una silla de mano.







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